Sigfrido (Siegfried), es una ópera en tres actos con música y libreto del alemán Richard Wagner, es la tercera de las cuatro óperas que compone el ciclo de El anillo del Nibelungo.
Argumento
Acto I
Mime, hermano de Alberich, se encuentra forjando una espada dentro de su cueva, en el bosque. El enano Nibelungo planea recuperar el anillo para sí, para ello ha criado a Sigfrido –hijo de Siglinda y Sigmundo- para que éste pueda acabar con Fafner, el gigante que custodia el anillo y el resto del oro del Rin, ahora convertido en un dragón.
Cuando Sigfido pide explicaciones a Nime sobre sus padres, éste le relata que tuvo que cuidar de su madre Siglinda, hasta que ésta dio a luz, muriendo después de este hecho. Mientras que cuidaba de la madre, Mime recuperó los restos de la espada Nothung. Sigfrido obliga al nibelungo a que la repare, aunque las habilidades del enano no son lo suficientemente buenas para reparar la espada.
Está lamentándose Mime cuando en la cueva aparece un anciano caminante (que en realidad es Wotan disfrazado). Reta al enano a una prueba de acertijos de tal manera que quien no pueda contestar las tres preguntas perderá la vida. El nibelungo acepta el reto y comienza a formular sus preguntas.
El enano pregunta el nombre de las razas que viven bajo la tierra, sobre ella y en el firmamento, las respuestas de Wotan son los nibelungos bajo tierra, los gigantes sobre ella y los dioses en el firmamento. Entonces, habiendo contestado correctamente es el turno del anciano. Éste pregunta: ¿Cuál e la raza más amada por Wotan pero peor tratada? ¿Cómo se llama la espada que puede derrotar a Fafner? Y ¿Quién puede forjar tal espada?. Mime responde a la primera que la raza es la de los welsungos y la espada es Nothung. Sin embargo es incapaz de contestar a la tercera pregunta. Aún habiendo contestado mal a la tercera pregunta, Wotan decide perdonarle la vida al nibelungo y le da la respuesta. Esta es que “solo aquel que no conoce el miedo” podrá reparar la espada y esta misma persona será quien asesine a Mime.
El enano deduce que la persona a la que se refiere el caminante es Sigfrido, ya que, lo único que no le enseño Mime es el significado de la palabra miedo. Sigfrido se muestra ansioso por conocer la emoción y el enano le promete llevarle ante Fafner, el dragón. Como el nibelungo es incapaz de forjar de nuevo Nothung, es el propio Sigfrido el que lo intenta por cuenta propia, consiguiéndolo al fin. Mientras tanto Mime prepara un veneno que usará para matar a Sigfrido una vez éste haya derrotado al dragón.
Acto II
El viandante aparece ante la entrada de la cueva de Fafner, donde también se encuentra Alberich esperando a que alguien derrote al dragón. Ambos de reconocen y Alberich le revela sus intenciones de dominar el mundo una vez el anillo le sea devuelto. Wotan, por su parte afirma que su intención no es recuperar el anillo. Wotan despierta al dragón Fafner y le comunica que un héroe se aproxima y este luchará contra el dragón. Fafner no le da importancia y vuelve al interior de su cueva. Tanto Wotan como Alberich se retiran.
Sigfrido y Mime llegan a la cueva. Mime decide mantenerse a distancia mientras Sigfrido se acerca a la entrada de la cueva. Mientras que el guerrero espera al dragón, empieza a juguetear con un ave reposado sobre un arból. Intenta reproducir su canto utilizando una flauta, pero le resulta imposible. Entonces el héroe toca una balada utilizando su trompa, lo cual acaba de despertar a Fafner. Sigfrido y Fafner luchan entre sí y Sigfrido ensarta a Fafner justo en el corazón con la legendaria Nothung.
En el último aliento, Fafner le previene de la traición de Mime. Al retirar la espada del cuerpo del dragón, Sigfrido se quema con la sangre y por instinto pone la mano sobre su boca. Al probar la sangre de su contrincante, descubre que puede entender lo que el ave está cantando. Bajo las indicaciones del ave, Sigfrido es capaz de obtener el anillo.
Cuando Sigfrido y Mime se encuentran, el héroe se queja de que aun no sabe lo que es el miedo. Mime aprovecha la oportunidad para ofrecerle una bebida envenenada. Sin embargo, la sangre del dragón permita que Sigfrido lea los pensamientos del nibelungo y conozca sus intenciones. Después de un forcejeo, Sigfrido acaba con la vida de Mime, cumpliendo de esta manera la profecía que le había revelado Wotan al enano.
El ave se cuenta al guerrero la historia de una mujer que yace sobre una roca y rodeada por una llama mágica. Sigfrido decide buscar a la mujer para ver si ella le puede enseñar algo sobre esa emoción que aún no sabia nada: el miedo.
Acto III
El viandante se encuentra en el camino que lleva ha la roca donde yace Brunilda, Wotan llama a Erda, diosa de la tierra, ésta aparace confundida por la repentina llamada. Wotan le confiesa que ya no teme el fin de los dioses que Erda predijo, y no solo eso, sino que añora su llegada. El legado de Wotan quedará en Sigfrido, los welsungos y en Brunilda (hija de Wotan y Erda). Dicha raza y los dos héroes trabajarán juntos para mejorar el mundo.
Sigfrido se encuentra en el camino con Wotan (que sigue disfrazado de caminante) y el dios lo interroga. Sigfrido, que no conoce a su abuelo Wotan, lo despide de malas maneras. El héroe intanta continua la marcha hacia Brunilda y el viandante le bloquea el paso. Entonces Sigfrido lucha con Wotan, al que le destruye la lanza con una golpe certero de la legendaria Nothung. Wotan recoge la piezas de su lanza y desaparece.
Sigfrido llega al altura de Brunilda y atraviesa el aro de fuego que la protege. Inicialmente, el héroe la confunde con un hombre, pero una vez que le quita la armadura descubre que es una mujer. Sigfrido no sabe que hacer y, por fin, este sentimiento de duda le provoca el ansido miedo y sin saberlo acaba besando a Brunilda, lo cual la despierta.
Al darse cuenta Brunilda de quien la ha despertado, el amor por Sigfrido acaba de apoderarse de la valquiria, quien renuncia a todo lo relacionado al mundo de los dioses, al que pertenece. Juntos, Sigfrido y Brunilda, proclaman su amor y reirán de la muerte.
Leitmotiv y su significado.
El bosque que se reproduce en el primer acto de “Sigfrido” es un lugar fantasmagórico. Aquí es donde Fafner, guarda, bajo la apariencia de dragón, el anillo, el yelmo mágico y el oro.
Aparece el leitmotiv del dragón y es precisamente en este bosque donde Alberich aguarda la llegada de Sigfrido que vencerá a Fafner y así apoderarse del anillo.
La oposición a este bosque es el personaje de Sigfrido, el verdadero carácter natural, el cual desde la muerte de Siglinda, ha estado acogido por Mime, un enano nibelungo.
El hecho de que Wagner haga que un ser lleno de connotaciones negativas, como son los nibelungos, sea el que se apiade del niño y lo cuide. Pero a lo largo de la obra se descubren las verdaderas intenciones de Mime, que no son otros que utilizar a Sigfrido para recuperar el anillo, es decir, actúa de una manera totalmente interesado.
También, Wagner presenta a un héroe, Sigfrido, sin misericordia ni gratitud. Para él un ser mezquino, como es Mime, es menos que el polvo. De ahí la mala relación que existe entre los dos. Esto no deja de tener un cierto paralelismo histórico entre alemanes y judíos, puesto que las características que Wagner atribuye a los nibelungos, coinciden con los rasgos negativos que la sociedad alemana en la época atribuía a los judíos. Incrementada posteriormente con la llegada de los nazis al poder.
El preludio del primer acto es una síntesis de las aspiraciones de Mime. Un grito de avaricia domina en al orquesta con el leitmotiv de la meditación del nibelungo y nos hace comprender su decisión de utilizar todos lo medios para conseguir lo que codiciosamente desea.
Para conseguir sus objetivos, y después de su conversación con Wotan en forma de caminante, Mime utilizando la emoción que no le había enseñado a Sigfrido, el miedo, y presentándosela con todo el atractivo de una nueva arte y como único camino hacia la libertad para atraerlo al bosque donde se esconde el dragón Fafner.
La música que acompaña en estos momentos es clara, fuerte, viril y amplia como un corazón que se abre a todas las ansias de la vida. Con estas palabras, Sigfrido expresa no solamente el deseo de sentir qué es el miedo, sino todos los deseos inexplicables que brotan de su corazón juvenil.
Sigfrido decide hacer añicos el Nothung, que había forjado el enano, y forjarla de nuevo el mismo para ir al encuentro del dragón y darle muerte. En este momento es cuando Sigfrido entona la canción de la forja con la intención de matar a Fafner, sin saber en realidad cuáles son los planes de Mime.
En esta escena se aprecia el contraste de las más altas aspiraciones y de las más bajas, donde la admirable armonía que las acompaña, presenta los diferentes temas que nos hablan de las pasiones más opuestas. El entusiasmo sano, la verdad y el valor se enlazan con la alegría enfermiza, la mentira y la cobardía.
En el segundo acto se desarrolla en lo profundo de un bosque delante d la cueva de Fafner, con el que Wagner quiere representar la idea de que quien vive sólo para la posesión, para el oro, se convierte en un monstruo.
Desde el punto de vista musical, el leitmotiv de los gigantes, ya interpretado en “El Oro del Rin”, se ha convertido en el leitmotiv del dragón, que se arrastra expresando el egoísmo y la bajeza de los actos realizados por Fafner.
Mime conduce al héroe a la cueva entrada de la cueva, alejándose rápidamente y dejando solo a Sigfrido. Mientras espera la salida del dragón, suena el leitmotiv de los murmullos de la floresta. Su estilo está estrechamente emparentado con el de la imagen de la naturaleza de “El Oro del Rin”, y por sus abundantes trinos, también con el leitmotiv del fuego mágico de “La Walquiria”. Igual que el agua pudo hablar por la boca de las Hijas del Rin, ahora el bosque habla con la Voz de los Pájaros.
En el momento en que Sigfrido prueba la sangre del dragón una vez que lo ha matado, se da cuenta de que puede entender el canto de los pájaros. En este instante, una voz de soprano ligera, el Pájaro del Bosque, canta aquí la misma melodía que antes había interpretado un instrumento de la orquesta. De esta manera la melodía recibe un texto que esta vez Sigfrido puede entender.
El hecho de que Sigfrido pueda comprender el lenguaje de los pájaros y entienda las intenciones de Mime, representa las grandes luchas de la vida dan inteligencia, comprensión y clarividencia.
El acto tercero empieza con un preludio y se observa un cambio radical. La música respira intranquilidad y el leitmotiv de la voluntad de Wotan perfectamente dibujado, se combina con el leitmotiv de la dominación de la Naturaleza y el del destino. En este contexto se celebra la conversación entre Wotan y Erda.
En este punto es donde se encuentra una de las lagunas de la Tetralogía, puesto que si al final del acto tercero de “La Walquiria”, Wotan veía con buenos ojos la unión entre Brunilda y Sigfrido, ahora quiere evitarla, porque el hecho de que Sigfrido encuentre a Brunilda significará la caída y fin de los dioses que el propio dios, con tanta astucia había estado retrasando.
El drama llega a uno de los puntos culminantes. Wotan viéndose privado de su último puntal, Erda, renuncia definitivamente y con resignación a todos sus derechos y privilegios, y refiriéndose a Sigfrido y a Brunilda, dice que sea el amor el que gobierne el mundo y no las leyes egoístas, que el instinto puro de la naturaleza sea la única fuerza que domine el mundo.
En este momento se encuentra Wotan con Sigfrido que llega guiado por el pájaro del bosque. Después de una conversación donde Wotan lo interroga, La escena oscurece, pues Sigfrido está ante el señor del mundo, pero él tan sólo ve a un anciono que quiere borrarle el paso. El caminante no quiere sino apartar a Sigfrido de su camino pero no lo consigue. Sigfrido se enfurece y levantando su espada se da un golpe que rompe en dos la lanza del caminante.
Estamos ante un punto decisivo de la Tetralogía: la orquesta apunta el leitmotiv del ocaso de los dioses.
Entretanto Sigfrido echa a correr hacia donde se ve el esplendor de un fuego mientras suena el leitmotiv de ascensión a la roca de Brunilda. Junto con el éste escuchamos diversas veces el leitmotiv de Sigfrido truncado por una cascada de melodías, como si su personalidad se fuera borrando por la proximidad de la amada y se fundiera con ella. Al llegar a la cima el leitmotiv deviene en dulces, simples y calmados.
Sigfrido se acerca y contempla la figura tendida sobre la roca casi cubierta en su totalidad por el escudo. Al quitarle el casco, el largo cabello de la valquiria cae sobre sus hombros. Sigfrido la mira confundido. Al quitarle la armadura, Brunilda se presenta ante el héroe vestida con una sencilla túnica. Por primera vez en su vida Sigfrido ve a una mujer. La música suena con delicadeza y amplitud.
Por primera y única vez en su vida se apodera de él un sentimiento que los hombres denominan temor y que él no había conocido hasta ahora. Ni la amenaza de los enemigos en la lucha con el monstruo ni el encuentro con un dios le enseño el temor. Sólo en el momento en que está frente al eterno misterio del sexo y siente arder en su interior un sentimiento todopoderoso y desconocido, experimenta un placer que le produce vertico.
Contempla un rato a la mujer dormida y cae extasiado sobre ella y con ojos cerrados le pone los labios sobre la boca y la besa largamente. La música da a este beso una dulce intensidad, y no hay palabras que puedan describir mejor este momento maravilloso y simbólico.
El leitmotiv de Freia nos habla del amor y el leitmotiv del destino da a ese acto toda la trascendencia de su maravilloso poder. Si el beso es la absorción mutua de la vida, no se puede definir más justamente. Es el desvelar del corazón y la donación más absoluta de las dos almas, es la manifestación más sublime del sentimiento, y si el beso no suscitara en el hombre la pasión se podría decir que el beso es la manifestación más pura del amor.
El despertar de Brunilda es grandioso y radiante. Su saludo al mundo y a la nueva vida comunica una alegría profunda y una serenidad inconmovible. En el instante en que abre los ojos suenan los acordes lentos y solemnes de la orquesta. Brunilda saluda al cielo, a la tierra y al sol que antaño le eran conocidos cuando era una valquiria. Ahora se ha convertido en mujer al primer beso de un hombre.
El amor de Brunilda y Sigfrido se enciende como se encendió en Sigmundo y Siglida, de forma breve y silenciosa. Esta música de amor, tan ferviente como arrolladora, que señala tanto la naturaleza divina de Brunilda como las profundas raíces del amor de Sigfrido, constituye una de las páginas más celebres de la Tetralogía.
La orquesta entona el leitmotiv del idilio de Sigfrido y ambos empiezan su diálogo con alegría y se declaran su amor con entusiasmo ingenuo, por parte de él, y con profundidad serena, por parte de ella.
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